Sabía manejar una cámara de fotos aún antes de tener una o de saber que la fotografía sería parte importante de mi vida.
Me resultó relativamente fácil aprender la parte técnica y la teoría, ya que venía de estudiar 10 o 12 horas diarias una carrera universitaria que a la postre fue inconclusa, pero esa facilidad o entrenamiento de estudio me permitió devorar conocimientos de fotografía, así conocí técnicas, practiqué laboratorio, aprendí la alquimia y lo más importante conocí a personas que comenzaron a ser parte de mi vida. Son muchos y en el nombre de algunos va mi reconocimiento a todos.
Amigos que me enseñaron los “pininos”: en el Foto Club Maipú, el Pepe Longo que me llevó, mi compadre Armando que me dio las bases técnicas y mi hermano de leche Antonio (ambos de niños tomábamos leche Nido) que me enseñó que lo más importante de una foto no es la estética o una técnica depurada, sino lo que ella expresa. Isaias con su bondad permitía que Gabriel y yo hiciéramos experimentos en su laboratorio.
A la gente de la Peña, gracias por abrirme las puertas de novato entre monstruos como el Tano Arcidiácono, Carlos Villareal o el Negro Vázquez. Aquí me hizo un click la cabeza y con Luis Vazquez, Sergio Pantaley y Miguel Martín unimos corazones y equipos en el Grupo Nido, y comenzamos a explorar otra parte de la fotografía desde la naturaleza.
La vida te separa por varias razones, pero a la larga o a la corta te vuelve a juntar (y como si no, si los ideales son los mismos)
Y en el camino aparecen como sombras de luces otras personas que van escribiendo tu historia, alumnos que comienzan como tales y luego se van convirtiendo en colegas y amigos.
Jóvenes y no tan jóvenes que ante la excusa de la fotografía compartimos la vida. No podría nombrar a todos, gracias a Dios son muchos, y tengo miedo de olvidarme de alguno.
A todos los que llenan mi vida fotográfica gracias por acompañarme en este hermoso viaje y Feliz día!
Juan Tinelli
