Treinta poetas. Treinta poetas reunidos en ronda al mejor estilo la sociedad de los poetas muertos. Y miles de poemas, de diversa índole y recreadores de espacios imaginarios donde todo puede ser posible.
Llega a ser realmente agotador escuchar tantos niveles de profundidad asomándose todos en el mismo lugar. Como icebergs apuntando desde el suelo, como cantos a la vida, a la muerte, a las pequeñas cosas, a las hojas del árbol y a las hojas del cuaderno.
La poesía es un género que no deja de crecer en Mendoza y en el mundo llega a tener niveles de aceptación que cautivan de forma masiva. Es el ejemplo de Rupi Kaur y su inolvidable best seller Milk and Honey, y si nos vamos a Europa es Elvira Sastre el mejor baluarte qie ejemplifica cómo los escritos viven a través de la voz.
En Mendoza aun no emerge una figura de tales características, pero existen personalidades que no han declinado su labor poética y han sabido gestar espacios de encuentro donde la palabra literaria-con todas sus experiencias reales- vuelve a ser oxígeno, pan, elemento de primera necesidad.
Juan Montaño es uno de los referentes que ha sabido organizar este tipo de encuentros y ha tenido aceptación en salas como la Elina Alba y espacios como el auditorio de la Alianza Francesa.