
Gimnasia y Esgrima celebró su ascenso histórico con una "Cena de Campeones" descomunal que paralizó la noche Mendocina. Brindis, asado y leyendas blanquinegras le pusieron el sello a una hazaña de 41 años.
Fue una noche de esas que quedan tatuadas a fuego en la historia. Este viernes, el corazón del Club Atlético Gimnasia y Esgrima latió al ritmo de la Primera División, el lugar al que regresó después de 41 años de una espera que parecía eterna. El verde campo de juego del mítico Víctor Legrotaglie se transformó en un monumental salón de fiestas para la "Cena de los Campeones", un desahogo colectivo que juntó a miles de hinchas, la platea y los hacedores de la proeza.



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La mística blanquinegra, que superó rachas y categorías, explotó en una celebración a la altura del logro. Desde muy temprano, las parrillas del Legrotaglie estaban "a pleno", despidiendo el inconfundible aroma del asado argentino. Con una convocatoria que desbordó el predio, el Pueblo Mensana se dio cita para compartir la mesa, el abrazo y el recuerdo aún fresco de la gesta en Buenos Aires.
Aunque la noche se puso algo ventosa, e incluso se animó a regalar algunas gotas de lluvia después de las 21:30, nada pudo empañar la euforia. Los brindis eran por ese triunfo épico ante Deportivo Madryn en el estadio de Platense, donde el empate 1-1 se rompió con una tanda de penales memorable (3-0), con César Rigamonti como estandarte bajo los tres palos.
"La casa del gran ídolo "el Victor" que disfruta el ascenso del club de sus amores desde el cielo," resonaba en el estadio, mientras el grito de "¡Dale dale Loooobo, dale Loooobo!" se volvía ensordecedor.
El presidente Fernando Porretta se mostró exultante, encarnando la elegancia y felicidad de una dirigencia que, según los propios protagonistas, "gestionó la campaña para que solo tuviéramos que pensar en jugar".

Con un escenario imponente montado de cara a la popular Oeste, la fiesta fue musicalizada y animada por Rolando Panella. Allí, los "Famosos 33" (el plantel campeón) y el cuerpo técnico, que tuvo un ciclo brillante iniciado por Ezequiel Medrán y coronado por Ariel Broggi, recibieron la ovación que merecían.
Tomaron el micrófono el propio Broggi, el entrenador que le puso la frutilla al postre, y el capitán Diego Mondino, quienes cosecharon una lluvia de aplausos. La gente se sacaba fotos con la flamante Copa de la Primera Nacional, el trofeo que los devuelve a la élite.
Pero la emoción se disparó cuando aparecieron las leyendas. La noche de Halloween se llenó de próceres blanquinegros: Perico Ojeda, Perico Pérez, el Bicho Avendaño, Cochina Olguín y Daniel Sosa, entre otros ídolos históricos, se sumaron a la parrilla, confirmando que este ascenso es una victoria que cruza generaciones.

Con su remera conmemorativa como souvenir de una noche inolvidable, el hincha de Gimnasia se fue a casa sabiendo que el largo exilio terminó. El Lobo de Mendoza está de vuelta.
Un estadio de primera: La promesa para el futuro.
En medio de la algarabía, la dirigencia no solo miró el pasado glorioso, sino que también lanzó un mensaje ambicioso hacia el futuro.
Fernando Porretta, presidente de la institución, tomó la palabra durante la ceremonia post-consagración para confirmar la gran noticia que ilusiona a todo el pueblo blanquinegro: la remodelación de la casa Mensana. El estadio Víctor Antonio Legrotaglie será acondicionado para cumplir con los estándares de la máxima categoría y, lo más importante, ampliar su capacidad. "El estadio tendrá una capacidad de 33.000 personas para el año 2033," anunció el máximo dirigente, marcando un objetivo a largo plazo que busca consolidar al club en la élite del fútbol argentino.

