La última pelea de la Locomotora: el adiós a una guerrera del ring y la vida que amó Mendoza

La última pelea de La Locomotora: el adiós a una guerrera del ring y la vida, que amó Mendoza.

La última pelea de la Locomotora: el adiós a una guerrera del ring y la vida que amó Mendoza
Fotografía 📸 Claudio Bello

Alejandra “La Locomotora” Oliveras murió como vivió: luchando hasta el último round. La exboxeadora multicampeona, referente social, falleció el lunes 28 de julio a los 47 años, tras dos semanas de internación en terapia intensiva por un ACV isquémico. Su cuerpo, curtido en mil batallas, dijo basta y el país entero, con Mendoza entre sus destinos del corazón, la despidió con el respeto único que se llevan las grandes leyendas.

Fotografías 📸 Claudio Bello

La triste noticia la confirmó el director del Hospital Cullen de Santa Fe, Bruno Moroni, en la tarde del lunes. Hasta último momento, hubo signos de esperanza: momentos de conciencia, respuestas motoras y una mano apretada a su hermano Jesús, pero no alcanzó. La vida, esa pelea que tantas veces supo ganar, esta vez contó hasta diez y le marcó el final del round.

La “Locomotora” fue más que una deportista. Fue una historia viva de superación: del hambre al título mundial, del dolor al gimnasio, del ring a la política. Con seis cinturones de campeona y una voz que no callaba ante la injusticia, se convirtió en un símbolo. No solo del boxeo, sino de todas aquellas que pelean sin guantes contra la violencia, la pobreza, el abandono.

Fotografía 📸 Claudio Bello

Una infancia sin concesiones
Nacida en Jujuy y criada en Córdoba, creció entre privaciones, trabajando en el campo desde chica. “Pasé hambre en mi niñez y eso es muy duro”, contaba con crudeza. A los 15 fue madre, vivió en condiciones precarias, sufrió violencia de género, y fue testigo –y víctima– de un infierno que jamás se guardó: el maltrato, los golpes, el silencio roto con el grito de un “¡asesino!” cuando descubrió que su pareja había lastimado a su bebé.

Pero ahí también nació su revancha. Un día, lo enfrentó, lo tumbó, y se fue. Con una bolsa de consorcio en una mano y su hijo en la otra. Cruzó sola el pueblo y volvió a empezar.

Desde sus humildes comienzos vendiendo empanadas, cortando pasto o leyendo el diario en una radio local, el boxeo se cruzó en su camino como una promesa. Y ella, que admiraba a Tyson, no dudó en subir al ring. Debutó casi de casualidad, pero jamás se bajó. Con el apodo “Locomotora” ganó títulos, respeto y una multitud de seguidores que veían en ella algo más que puños: veían esperanza.

Fue discriminada en sus inicios por ser mujer, por su cuerpo, por su historia. Le dijeron “macho”, “travesti”, “loca”. Respondió con trabajo y con triunfos. Hizo del ring un escenario de dignidad. Y cuando entendió que ya no peleaba solo por ella, fundó gimnasios, ayudó a mujeres golpeadas, y llevó el deporte a los barrios más postergados.

Mendoza, una parada del alma y su corazón.
En 2021, fue cuando la conocí, en ese momento la campeona llegó a Mendoza movida por la solidaridad. Alejandra vino no solo a visitar, sino a traer materiales deportivos y alimentos a Viviana “La Doga” Corso, una boxeadora local que por aquel entonces luchaba contra un cáncer de hígado y aún así, sostenía con mucha pasión un comedor infantil y gimnasio de box en Godoy Cruz. “Vine a cumplirle el sueño a la Doguita”, me dijo. En esa ocasión, también me contó y recordó, emocionada, sus raíces mendocinas: “Mi papá es de Guaymallén y vivió en Las Heras”. Conexión que selló su íntimo vínculo con la provincia, que hoy también la llora.

Política, pasión y legado
Alejandra no se quedó solo en el deporte, se metió de lleno en la política, pero o lo hacía desde un escritorio, ella lo hacía y hablaba desde la experiencia de quien salvó muchísimas vidas, incluida la suya, gracias al boxeo. Su gimnasio en Santo Tomé era más que un centro de entrenamiento: era refugio, escuela y hogar para quienes no tenían otro lugar.

Un mensaje que queda
“La vida te va a tirar, pero hay que levantarse. Porque vale la pena vivirla”. Esa frase suya quedó grabada en cada entrevista, en cada charla con chicos, en cada guante ajustado con firmeza.

Hoy la “Locomotora” ya no estará físicamente. Pero su legado seguirá entrenando cada día en los barrios donde alguna vez llegó con una sonrisa, una charla o una piña al destino. Fue madre, guerrera, boxeadora, política, amiga, maestra y fue pueblo.

Y como en lo hizo toda la vida, pero esta vez desde un cuadrilátero en un hospital, su despedida fue con el puño en alto.

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