No quiero sonar técnica ni repetir definiciones de manual. Prefiero hablar desde lo que me conmueve.

El otro día, andando en bicicleta, me acordé de Frankenstein, la versión de Guillermo del Toro, y me cayó una ficha. La criatura apenas puede hablar. Lo único que logra decir es el nombre de su padre, su creador. Y para él —para el padre— eso siempre parece “poco”. Como si una palabra tan simple no pudiera significar nada importante.
Pero yo venía estudiando comunicación lingüística, y la profesora explicaba que somos la única especie con una faringe que nos permite hablar, crear lenguas, aprenderlas. Y pensando en la película dije: a veces una sola palabra alcanza para decirlo todo.
Ese nombre repetido era vínculo puro. Era un “te reconozco”, “te quiero”, “te elijo”. Pero el creador no podía ver eso. Solo escuchaba el sonido, no lo que representaba.

Y ahí pensé en la discapacidad
Pensé en papás y mamás que muchas veces miran lo diferente desde el miedo, la frustración o la confusión. Como ese creador que no sabía cómo acercarse a aquello que había traído al mundo. A veces uno espera palabras “correctas”, gestos típicos, reacciones esperables… y cuando no aparecen, cuesta ver el amor y la sensibilidad que sí están.
Pero también pensé en nosotros, los profesionales que acompañamos la discapacidad. Muchas veces miramos primero el CUD, lo técnico, la capacidad, la función, la conducta. Y nos olvidamos de lo que aparece antes de todo eso: una persona.
Una persona que siente, que piensa, que se comunica desde otro lugar y que también está construyendo sentido.
Por eso creo que hay que positivar lo diferente.
Posibilitar que lo diferente:
aporta otra forma de ver el mundo,
abre caminos creativos en la comunicación,
enseña sensibilidad sin filtro,
amplía lo que creemos que es “lo humano”,
rompe la idea de que solo vale lo que sigue la norma,
y muestra que lo distinto no es menos: es otro modo completo de ser.
En un mundo tan competitivo, donde todo se mide en rendimiento y velocidad, ser diferente no significa tener menor calidad.
Significa ser distinto.
Y eso también es valioso.
La criatura de Del Toro no es un monstruo. Es un ser que vive desde otro lugar: sensible, directo, tierno. Un “bebé gigante” que llora cuando lo lastiman, que juega con una hoja como si fuera un tesoro, que perdona donde otros solo ven error.
Lo diferente no es un defecto.
Lo diferente también es humanidad.
Y muchas veces, es una humanidad que enseña.
Y a vos que te hace humano?

