
Hay discos que son canciones, y hay otros que son documentos de identidad, un espejo rabioso de su tiempo. "Hijos del Culo" de Bersuit Vergarabat, lanzado en aquel turbulento año 2000, es la segunda categoría. Hoy, a 25 años de su nacimiento visceral, no es solo un disco; es un cachetazo poético que, increíblemente, sigue doliendo con la misma vigencia.

Tras agotar dos Ferro vibrantes junto a invitados de lujo —desde la fiesta pop de Lali hasta la poesía de Lisandro Aristimuño—, la Bersuit redobla la apuesta. Pero la verdadera gesta se siente en el interior, en el pulso de la gente. Este sábado 1 de octubre, Mendoza fue testigo de esta ceremonia. En Nido Club, los mendocinos no solo asistieron a un show: revivieron una época, demostrando que esta música es un río que nunca se seca.
"Hijos del Culo" es la banda sonora de la antesala al estallido de 2001. Cuando el país tambaleaba entre el hastío neoliberal y la desesperanza, esta obra monumental, con la producción magistral de Gustavo Santaolalla, irrumpió como un puñetazo necesario. Alcanzó el doble platino, sí, pero su verdadero valor está en su ADN contestatario.



Fotografías 📸 Claudio Bello
Fue el momento donde la banda afiló su propuesta hasta la médula. El rock se mezcló con la cumbia, la murga y la chacarera, creando un monstruo musical que no pedía permiso para meterse en la mugre social. Las letras, llenas de ironía y dolor, se volvieron himnos de una generación.
"Temas como 'La bolsa' y 'Veneno de humanidad' eran como gritos en medio del incendio, mientras 'Toco y me voy' mostraba un gesto medio ritualesco de fuga simbólica."
Ahí están, imbatibles, "Desconexión sideral", "Negra murguera" y, claro, "La bolsa", esa metáfora mordaz sobre la codicia y la corrupción que sigue resonando con una escalofriante actualidad. La urgencia por que 'Huguito' devuelva la bolsa es el lamento colectivo por el patrimonio que se esfuma.
La imagen icónica de la tapa lo dice todo: una nena con los ojos desorbitados, la infancia atravesada por el espanto. Veinticinco años después, Bersuit preparó una gira homenaje con la misma protagonista, Agus, ahora con 30 años, volviendo a interpelar.

Esa mirada, ahora adulta, es la memoria que se niega a la anestesia. Y es ahí donde el disco demuestra su poder profético: en un contexto político y social actual donde la fragmentación y el cinismo vuelven a ocupar el centro, las canciones parecen escritas para este presente.
Lo que conmueve de "Hijos del Culo" es que se planta en lo incómodo, en lo marginal, y lo transforma en arte, en testimonio, en música que te obliga a pensar y a bailar a la vez.
Que este disco regrese hoy, cuando el lenguaje vuelve a ser campo de batalla, es casi un acto político. Es el rock que te grita al oído: No todo está perdido. Todavía hay canciones que se animan a nombrar lo innombrable.
Bersuit Vergarabat no celebra un aniversario; celebra una resistencia. Y nos invitó a todos a esa noche imperdible, a volver a cantar y a entender que, 25 años después, quizás sigamos siendo, todos, un poco más Hijos del Culo.
Y para celebrar que esa llama sigue viva, la banda ha salido a los escenarios con la furia de los primeros días.
Que este disco regrese hoy, plantado en lo incómodo y lo marginal desde su mismo título, es un acto político. Es un recordatorio de que, en los tiempos donde el lenguaje es campo de batalla, aún hay canciones capaces de nombrar lo innombrable y de transformar el grito en arte. El rugido de la memoria está más vivo que nunca.