El amor entre el psicoanálisis y la neurociencia

El amor entre el psicoanálisis y la neurociencia

El amor entre el psicoanálisis y la neurociencia

Introducción

El amor, esa fuerza universal que atraviesa épocas y culturas, ha sido objeto de estudio tanto de la filosofía como de la ciencia. El psicoanálisis lo abordó desde sus primeros pasos como un enigma de la vida psíquica, mientras que la neurociencia lo examina hoy como un fenómeno observable en redes neuronales, neurotransmisores y circuitos cerebrales. Este ensayo busca tender un puente entre ambos mundos, recorriendo la historia de algunos psicoanalistas y los avances neurocientíficos que hoy enriquecen el debate.

El amor en la mirada de los psicoanalistas

Sigmund Freud fue uno de los primeros en sistematizar el amor como expresión del deseo inconsciente. Para él, el amor no podía separarse del Eros, la pulsión de vida que se opone a la pulsión de muerte (Thanatos). En obras como Introducción al narcisismo (1914), Freud ya intuía que el amor de objeto y el amor narcisista se entrelazan en la dinámica psíquica.

Más adelante, Melanie Klein situó el amor en la relación temprana con la madre: el bebé ama y odia al objeto materno, y en ese vaivén se gesta la capacidad de reparar, cuidar y sublimar. El amor aparece entonces como una energía ligada a la gratitud y a la integración de partes buenas y malas del objeto interno.

Jacques Lacan, con su célebre frase “amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es”, reformuló la concepción freudiana. Para Lacan, el amor se inscribe en la dimensión del lenguaje y del deseo del Otro, revelando la imposibilidad estructural de completud. El amor no suprime la falta, la nombra y la transforma en vínculo.

Donald Winnicott, por su parte, destacó la importancia de los vínculos afectivos tempranos en la constitución del self. El amor materno, expresado en la “preocupación maternal primaria”, otorga al niño un sostén emocional que se convertirá en base para el amor adulto.

En todos ellos, el amor no es solo un afecto: es un proceso estructurante de la subjetividad.

El amor bajo el microscopio de la neurociencia

Si para los psicoanalistas el amor es deseo, transferencia, pulsión y vínculo, para la neurociencia es también química y biología.

Las investigaciones de Helen Fisher y colegas han mostrado cómo el enamoramiento activa circuitos cerebrales relacionados con el sistema de recompensa, particularmente el núcleo accumbens y el área tegmental ventral. La dopamina juega aquí un papel esencial: produce euforia, motivación y fijación en la persona amada.

El apego, estudiado por John Bowlby desde un puente entre psicoanálisis y biología, encuentra hoy correlatos en la oxitocina y la vasopresina, hormonas que favorecen la vinculación duradera y la confianza. La oxitocina, liberada en momentos de intimidad y contacto físico, fortalece los lazos de pareja y también los vínculos parentales.

Desde la perspectiva neuropsicológica, la corteza prefrontal media regula la experiencia amorosa, permitiendo que el impulso pasional se module en conductas sociales adaptativas. Así, lo que Freud llamaba sublimación tiene hoy correlato en procesos de autorregulación ejecutiva.

Un diálogo posible

El amor, visto desde la historia del psicoanálisis, es deseo y carencia, pero también construcción subjetiva y vínculo reparador. Desde la neurociencia, es descarga dopaminérgica y arquitectura neuronal que refuerza la unión. Ambos lenguajes no se excluyen: se complementan.

La neurociencia aporta datos sobre los mecanismos cerebrales que sostienen la experiencia amorosa, mientras el psicoanálisis sigue revelando su dimensión simbólica, fantasmática y cultural.

Podríamos decir que el amor se asienta en tres niveles:

1. Biológico: hormonas, neurotransmisores y redes cerebrales.

2. Psicológico: vínculos de apego, modelos internos y afectos.

3. Inconsciente y cultural: narrativas, símbolos y fantasmas que organizan el deseo.

Conclusión

El amor es, a la vez, misterio ancestral y fenómeno medible. Freud abrió la pregunta, Klein y Winnicott la nutrieron con la infancia, Lacan la inscribió en el lenguaje, y la neurociencia actual la ilumina con imágenes cerebrales.

Ni una resonancia magnética puede explicar un poema de amor, ni un análisis clínico puede reducirse a la dopamina. El desafío contemporáneo es integrar: reconocer que el

amor habita tanto en el inconsciente como en las sinapsis. Quizá esa conjunción sea, en sí misma, un acto de amor entre disciplinas.