Por estos días en que celebramos el Día del Escritor, no hay mejor homenaje que volver a las páginas de quienes nos enseñaron a mirar el mundo con otros ojos. Y si hablamos de mirar con asombro, con ternura y con una nostalgia que se vuelve prosa, el nombre de Gabriel García Márquez se impone como un faro en la literatura latinoamericana. Hoy, quiero invitarte a descubrir —o redescubrir— su obra póstuma: En agosto nos vemos.
Publicada en 2024, esta novela breve fue rescatada por los hijos del Nobel colombiano, pese a que él mismo había dudado de su publicación. El manuscrito, hallado entre sus archivos personales, es un testimonio conmovedor del último impulso creativo de Gabo, escrito en los años en que el Alzheimer comenzaba a nublar su memoria. Y sin embargo, lo que encontramos en estas páginas es pura lucidez narrativa, una voz que no ha perdido ni un gramo de su magia.
La historia gira en torno a Ana Magdalena Bach, una mujer de 46 años que cada 16 de agosto viaja a una isla caribeña para visitar la tumba de su madre. Lo que comienza como un ritual de duelo se transforma, año tras año, en una oportunidad para reinventarse, para vivir una noche distinta, para explorar una versión de sí misma que solo existe en ese paréntesis isleño. Es una novela sobre el deseo, la identidad, el paso del tiempo y la posibilidad —siempre latente— de empezar de nuevo.
La prosa de García Márquez conserva su cadencia hipnótica, su capacidad para pintar atmósferas con una sola frase, su ternura por los personajes que se debaten entre la rutina y la esperanza. Aunque algunos críticos señalan ciertas lagunas narrativas, lo cierto es que En agosto nos vemos nos devuelve al corazón mismo de su literatura: la celebración de lo humano, con sus contradicciones, sus anhelos y su belleza imperfecta.
Recomiendo esta novela no solo como una lectura, sino como un acto de reencuentro. Es un García Márquez más íntimo, más contenido, pero igual de poderoso. En menos de cien páginas, nos recuerda por qué lo seguimos leyendo, por qué lo seguimos extrañando, y por qué su voz sigue siendo imprescindible en este continente que él supo narrar como nadie.
Feliz Día del Escritor.
