Cuántas fotos se sacan por día?

Cuántas fotos se sacan por día?
Fotografía 📸📸 Juan Tinelli

✍️ Por Juan Tinelli, para Prendete Online

Abrís el celular. En menos de un minuto, ya viste veinte fotos:
Una selfie frente al espejo. Un plato de sushi. Un perro disfrazado de unicornio. Un paisaje desde la montaña.
Scroll. Like. Siguiente.
Pero… ¿cuál de todas esas imágenes recordás hoy?

Fotografía 📸 Juan Tinelli


Vivimos en la era de la imagen.
Según BankMyCell, hay más de 7.200 millones de smartphones en el mundo. Todos con cámara.
Si tan solo el 10% de esos teléfonos toma 10 fotos por día, hablamos de más de 7.200 millones de fotos diarias.
Sí, hoy cualquiera hace fotos.
Nos cruzamos con ellas en todas partes: redes sociales, chats, publicidades, noticias.
Pero yo me sigo haciendo la misma pregunta:
¿Cuántas fotos que viste ayer recordás hoy?
Mi respuesta, honestamente: muy pocas… o ninguna.
Vivimos apurados, saltando de imagen en imagen sin pausa ni atención.
Como dice el dicho moderno: "No sé lo que quiero, pero lo quiero ya."

Fotografía 📸 Juan Tinelli


En medio de ese torbellino visual, solo unas pocas fotos logran detenernos.
¿Por qué?
Porque tienen algo que no se puede fabricar ni forzar:
Tienen ángel.
Son fotos que nos tocan, que nos hablan sin palabras. Que invitan a mirarlas más de una vez.
Tienen una composición cuidada, una luz justa, un mensaje que se insinúa.
Nos conectan con un recuerdo, una emoción, un misterio. Nos conmueven.
Recuerdo una imagen que vi hace años: una mujer sola en una estación de tren, con la mirada perdida y una valija a sus pies.
No sé quién la tomó ni quién es ella.
Pero me quedó grabada.
Porque esa foto me dijo algo.
El gran fotógrafo Henri Cartier-Bresson hablaba del “instante decisivo”.
Ese momento irrepetible donde todo se alinea: luz, encuadre, emoción.
Hoy, entre tantas imágenes apuradas, ¿cuántos de esos instantes estamos sabiendo reconocer?
Y otra pregunta más:
¿Podemos mejorar eso?
¿Podemos hacer fotos que realmente digan algo?
Sí. Claro que sí.
Estudiando técnica, por supuesto: conocer la cámara, manejar la luz, dominar la composición.
Pero también entrenando la mirada.
Aprendiendo a distribuir formas, masas, colores. A entender el ritmo visual. A usar el color no solo como decoración, sino como emoción.
Porque cada color tiene su psicología. Cada forma su peso. Cada encuadre su intención.
Hacer fotos no es solo apretar un botón.
Es mirar distinto.
Es detenerse un segundo más.
Es dejar un mensaje en la imagen.
Y esperar, quizás, que alguien lo reciba al otro lado.
Porque en un mundo lleno de imágenes que se olvidan,
una sola foto con alma
puede quedarse para siempre.